Sinopsis:
Una mañana de
invierno un hombre y una muchacha (Marlon Brando y Maria Schneider) se
encuentran casualmente mientras visitan un piso de alquiler en París. La pasión
se apodera de ellos y hacen el amor violentamente en el piso vacío. Cuando
abandonan el edificio establecen el pacto de volver a encontrarse allí, en
soledad, sin preguntarse sus nombres.
El americano Paul, destrozado por una vida sin sentido, y la joven francesa Jeanne, convencional y superficial, se comunican sólo através de su sexualidad, haciendo de su encuentro una especie de utopía imposible que los aisla de los demás, del mundo, de sus problemas personales.
Al principio Paul aparece como el rompimiento de todas las convenciones. Su encuentro con Jeanne es un experimento: quiere una relación absoluta, donde no existan nombres que los fijen a un contexto social y psicológico
El americano Paul, destrozado por una vida sin sentido, y la joven francesa Jeanne, convencional y superficial, se comunican sólo através de su sexualidad, haciendo de su encuentro una especie de utopía imposible que los aisla de los demás, del mundo, de sus problemas personales.
Al principio Paul aparece como el rompimiento de todas las convenciones. Su encuentro con Jeanne es un experimento: quiere una relación absoluta, donde no existan nombres que los fijen a un contexto social y psicológico
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Reparto: Catherine
Allegret, Giovanna
Galletti, Jean-Pierre
Léaud, Maria Michi, María
Schneider, Marlon
Brando, Massimo Girotti
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Productora: Alberto Grimaldi, Coproducción Italia-Francia, Les Productions Artistes Associes, Produzioni Europee
Associate (P.E.A.)
Reseña:
. Ver El último tango en París es para mí una experiencia
desconcertante y deprimente, y también sutilmente placentera, de un modo casi
sadomasoquista. No es una película realista: está poblada de surrealismos, de
coreografías poéticas, de fuertes contrastes de tono. A mi parecer tiene que
ver más con la fábula, con el cuento. En este cuento fatalista, Marlon Brando
interpreta a Paul, un estadounidense dueño de hotel que cruza su camino con Jeanne,
muchacha soñadora y abierta a nuevas experiencias. Paul se halla en una
encrucijada vital, se encuentra inmerso en un proceso de duelo. Jeanne busca
algo más allá de la monotonía de un novio -Tom- que apenas la desea como
accesorio de sus experiencias fílmicas. Tom dirige su propia vida, Jeanne
interpreta su propia vida, Paul sobrevive a su propia vida.
El último tango en París busca, desde lo formal, una plasticidad, una elocuencia, y desde
el contenido, una tragedia un tanto fragmentada poblada por pinceladas
humorísticas. Bertolucci crea mundos compartimentados -la portera, el novio, el
amante, el viudo, la madre- en una suerte de mecano deslavazado.
Brando nos ofrece, en
una interpretación descarnada y febril, a un hombre en ruinas que seduce a la joven
Jeanne para entablar un juego sobre el que posee todas las ventajas. Y en ese
juego obtiene lo que desea, pero no lo que necesita. Más tarde conocemos de la
muerte de su mujer, que se ha cortado las venas con una navaja de barbero. Esa
muerte ha dejado tras de sí a un viudo cínico y desesperado, intoxicado por el
dolor.
Asistimos a rituales
cada vez más vacíos de sentido por la negación de la dinámica progresiva que se
establece desde el momento en que dos personas deciden juntarse. Ella acusa esa
deformación en el curso natural de su relación, él explora la posibilidad de
una relación sin implicaciones emocionales, una relación sin relación. no
quiere saber nada de ella porque eso implicaría una reciprocidad a la que no
está dispu+esto, una trascendencia a la que no está dispuesto. Se trata de
reducir la implicaciones sociales de ese encuentro privado al perímetro de un
sucio colchón en el suelo. Se sabe -se siente-, desde el mismo comienzo, que
dos perspectivas vitales tan distintas y tan distantes no van a resolverse en
algo duradero.
En el otro extremo se
halla Tom, que te evoca palabras tan abominables -sobre todo si comparten
párrafo- como burguesía, o alienación. Tom es un artista francés.
Mucho se ha comentado la
escena de la mantequilla, o los desnudos, pero la verdadera desnudez es la de
Brando en un electrizante parlamento hacia mitad de película, que ha de tener
mucho de libre asociación de ideas y de memoria emocional.
Bertolucci y Brando se
muestran concisos, y la historia también se muestra concisa mientras oscila
entre la exploración de los roles sexuales y la adaptación de Paul a sus
fuertes reproches hacia su mujer que derivan en violentos impulsos internos
casi maniaco-depresivos. Es en el último tramo que la película pierde esos
pilares e intenta encontrar una desembocadura que resulta un tanto impostada,
un tanto desapegada de todo lo anterior.
Magnífica la sensual e
intensa banda sonora de Gato Barbieri, ya todo un clásico. Destacar asimismo la
bellísima fotografía de Vittorio Storaro, rica en tonos y texturas.